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martes, 24 de febrero de 2015

 EL BÚHO LEE   martes 24 de febrero del 2015



                                    LO QUE CUESTA UN IDEAL
                                     Resumen,Ángel Contreras
    

     Esta clase de relatos son frecuentes en sociedades que viven conflictos que se hacen interminables, porque forman parte de la historia de la humanidad que desarrolla su existencia en medio de dos fuerzas siempre antagónicas.
    
     Este texto, más que un cuento, o un relato, es una reseña del libro escrito por Consuelo García titulado “Las Cárceles de Soledad”. Se ha procurado aislar del ambiente español para trasladarlo a un ambiente más universal, pensando que  la situación de refugiado se vive en muchos lugares del mundo. Esperó haber avanzado, aunque sea en una pequeña parte en ese interés.

    Briseida había vivido la mayor parte de su juventud en diferentes cárceles, pagando el precio de sostener unos principios ideológicos heredados de su padre izquierdista, y aupados por el carácter dominante de su madre.
    
     Hoy, tres años después de haber logrado la libertad añorada, hace un recuento del camino y los acontecimientos vividos a lo largo de casi treinta años de su vida.
    
     “Soy el espíritu de un pueblo que se rebela ante el autoritarismo de un gobernante. Una confrontación desigual desde todo punto de vista. Pero el valor de mis ideales siempre estará enfrentado con el poderío físico y político ante la debilidad de un pueblo sometido”.
    
     Ella vivió a lo largo de los años el ambiente denigrante y hostil de diferentes cárceles, donde enfrentó iniquidades y se sobrepuso a humillaciones sin dejar que sus convicciones decayeran. Una existencia que desarrolló enfrentada a retos, que finalmente aparecieron en medio de la  pesadilla de un nuevo estilo de prisión sin rejas, pero con carceleros más crueles y despiadados, que plantean nuevos retos e imponen nuevas condiciones.
   
     “El recuerdo que yo tengo de mi misma, es el de una niña triste, que no juega nunca. Era la mayor y había que fregar los platos y pelar las papas. ¿Quién hacía todo esto? ¡Pues la mayor, por supuesto! Era la que se quedaba en casa a ayudar a la madre”.
    
     Briseida fue una persona agradable, sociable y a veces abierta, pero en el fondo era una mujer triste.
    
     --“No conservo la imagen acogedora de una madre que me lleva a su regazo y me acoge entre sus brazos. La imagen que guardo de ella es desagradable, siempre pegándome y gritándome. Mi madre no me quiso nunca. Yo a ella no la quise con pasión, en cambio a mi padre si lo amé
apasionadamente.”
Briseida cuenta algunas anécdotas familiares, que sirven para formarse una mejor idea:
    
     “Mi padre contaba de mi madre, que había quedado embarazada de mí en un mal momento económico, a mí esto me ha marcado. El ambiente en mi casa era: mi padre un campesino semi- analfabeta, mi madre, una pequeña-burguesa influenciada religiosamente que había estado a punto de tomar los hábitos”.
          Y nazco yo. Y da la puñetera casualidad que, físicamente, soy el  retrato de mi madre. La gente del barrio me reconocía por el parecido con ella. Briseida tenía sus propios conceptos relacionados con la vida familiar:
    
     “Mi padre era incapaz de leer una carta que viniese a nombre nuestro, nos respetaba, mi madre el respeto no lo conoció nunca. Mi padre que era campesino semi-analfabeta, dejaba que fuera uno a contarle, nunca le sonsacaba, nunca  coaccionaba. Mi madre, no. Que te meto un tortazo. Que te estampo contra la pared. Ese era el arrullo.
   
     A mí me molestaba que dijeran que  era igual a mi madre. La diferencia en calidad humana entre mis padres era notable y abismal. El dinero de la lotería se invirtió en un negocio y se perdió. Del hombre guapo y con   lotería no quedó más que el obrero metalúrgico, al que había que lavarle la ropa que olía a demonios, porque trajinaba con aceite de ballena”.

CONTINUARÁ el martes 3 de marzo