EL TANGO y la DANZA
Ángel Contreras
Los últimos veinte años de la centuria son de fintas y ajustes para esa danza, temeraria de forma y fondo. Sus adeptos la consagran enteramente desde esta orilla del gran río a la banda oriental. De este lado del plata el paladín silvestre del tango es ese corralero suburbano y apaisanado, que desliza el primer taconeo de las figuras en la “pista sorda”. Igualada a pisón, bailando “en serio”.
Del otro lado hace punta el negro, que baila riendo; pero que no baila en broma. En la capital Uruguaya eran “ milongas” o “ milongones” los motivos melódicos que eran tango en Buenos Aires. Los bailarines de aquí preferían las figuras de pasos cortos, en contraposición con las de pasos largos, características de
los de Montevideo.
los de Montevideo.
Los “musicantes” eran tres”: un gringo con “ acordeona”, un criollo pardo con “vigüela”, un morocho con arpa, la música, un guisado sabroso para masticar despacio.