ÄLVARO GARCÍA RAMOS
-Entonces: ¿por qué dejó ir a la señora? ¿Por qué no ayudó a las otras?
-No, señor: yo no la dejé ir. Ella no andaba buscando zapatos. ¿No vio Ud.?
Las otras la atendieron y fracasaron.
-No importa, señorita: yo tengo cuatro empleadas, no tres. Cuatro bocas hablando, pueden más que tres. ¿Por qué no recuerdan lo que les enseño? Una vez, en mi tierra, vendí un hueso de ballena a un hombre que andaba buscando un par de calzoncillos. No olvide que yo siempre las estoy vigilando. En la calle hay miles de muchachas sin empleo. Pongo un aviso en la puerta y,
dentro de una hora, la cola llegará a la próxima esquina. Cuando las otras se vayan a almorzar, Ud. se quedará aquí un rato, ayudándome a arreglar los estantes.