ÄLVARO GARCÍA RAMOS
-Sí, señor
Al mirar al patrón, Lucía tuvo la certeza de que algún día, a la menor oportunidad, la nariz del extranjero se enroscaría sobre sí misma, como cualquier serpiente, como cualquier gusano.
“¿Que me quede después de las doce? Si estoy medio muerta de la fatiga. Con un pocillo de café negro y un pedazo de pan, por desayuno: ¿cómo puede uno permanecer activa y despierta toda la mañana? No me gusta la mirada de cerdo de este turco. Si, cuando quede sola con él, se me acerca demasiado: acabaré en su cabeza todos los tacones de los zapatos que existen
aquí. Pero... ¿y después? Si pierdo el empleo, mis cuatro hermanitos tendrán que comer tierra.
No sé..."
“¿Que me quede después de las doce? Si estoy medio muerta de la fatiga. Con un pocillo de café negro y un pedazo de pan, por desayuno: ¿cómo puede uno permanecer activa y despierta toda la mañana? No me gusta la mirada de cerdo de este turco. Si, cuando quede sola con él, se me acerca demasiado: acabaré en su cabeza todos los tacones de los zapatos que existen
aquí. Pero... ¿y después? Si pierdo el empleo, mis cuatro hermanitos tendrán que comer tierra.
No sé..."