Bienvenidos al Búho Lee

viernes, 1 de enero de 2016

EL BÚHO LEE viernes 1 de enero del 2016

EL BÚHO LEE  viernes 1 de enero del 2016


                                               LO MUNICIPAL      4-6     
                                                    Ángel Contreras



   Nuestra pobreza puede medirse por el número y la suntuosidad de las fiestas populares. Los países desarrollados tienen pocas. No le son necesarias, las gentes tienen otras metas. Para un solitario estas fiestas compensan la estrechez de su soledad, son su único lujo, sustituyen al "week end" y al "cocktail párty", a las recepciones de la burguesía y al café de los mediterráneos. Esas celebraciones le dan la oportunidad de dialogar con la divinidad, con la patria, con los amigos o parientes, gritar, cantar, arrojar petardos, descargar su alma, emborracharse, hacerse confidencias, descubrir hermanos y para probarse, matarse entre si.
   En las fiestas populares los enamorados despiertan con orquesta a las muchachas, hay diálogos y burlas de andén a andén, nadie habla en voz baja, las malas palabras, los chistes y los sainetes de doble sentido se oyen por doquier. Casi siempre la alegría acaba mal, los ánimos se desbordan, hay riñas, injurias, balazos, cuchilladas. Eso forma parte de la fiesta. El contertulio quiere saltar el muro que lo incomunica. Todos están poseídos por la violencia y el frenesí.



EL BÚHO LEE viernes 1 de enero del 2016

EL BÚHO LEE  viernes 1 de enero del 2016                                       

                      GERTRUDIS   Y EL  SEÑOR JUEZ      1    

         Ángel Contreras

     Junio tocaba  ya  a su  fin, se  vivían los  primeros  arreboles del  verano  que llegaba, el  invierno,  que poco a  poco  se aplacaba  dejaba  unos recuerdos  poco  agradables,en la  “Esperanza”  se veían  las  huellas que  la  furia del  río  dejaba como  recuerdo.
     Una casa  donde la oscuridad y el  frío  del ambiente  no  eran motivo  de  alegría, tony  con su andar   perezoso y  su  mirada lánguida  era  testimonio elocuente,  el  gallinero se  sentía triste  y vacío, ya  no se  escuchaba cacarear  las  gallinas y  Teresa  no madrugaba a  recoger  los huevos,  los  dos   cochinitos que  había  comprado en la  finca  del alto  se  habín ido  junto con la  corriente del  río,  haciéndole compañía  a las  gallinas.
El  Cid  y Gertrudis,  no siguieron  el mismo destino  gracias a la  costumbre  de dejarlos  además de  encerrados, amarrados;  A  ése hábito  se  debe que cuando el  invierno  dejara de mostrar  su rostro,  quedará algo  de  lo  que había ocupado  muchos  días.de  trabajo.