LA NARIZ  miércoles 24 de febrero del 2016                                                   
                ÄLVARO  GARCÍA  RAMOS 
     -¡Lucía, venga acá!:
     Lucía, la de los ojos de aceite, comprendió lo que se avecinaba y dejó caer la cortina de pestañas para que el turco no pudiera adivinar ningún hastío, ningún indicio de reacción violenta en el cristal de sus pupilas.
     -¿Señor?
     Lucía se situó frente a la máquina con los puños cerrados y un leve golpeteo en las sienes. El aparato registrador, contagiado por tantos años junto a la voracidad del patrón, la miró severamente, a través de los ceros de su tablero.
     -Señorita Lucía: ¿usted no sabe que a los clientes hay que retenerlos?
     -Sí, señor
 
 
 
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